Si sufres y tu sufrir es es tal
que te impide cualquier actividad,
recuerda la Misa.
En la Misa, Jesús, hoy como entonces,
no trabaja, no predica:
Jesús se sacrificó por amor.
En la vida uno puede hacer tantas cosas,
decir muchas palabras,
pero la voz del dolor,
quizás sorda y desconocida para los demás,
del dolor ofrecido por los demás,
es la palabra más fuerte,
lo que hiere al cielo.
Si sufres,
sumerje tu dolor en el suyo:
di tu misa;
y si el mundo no comprende, no te turbes:
basta que te comprendan Jesús, María, los santos:
vive con ellos y deja correr tu sangre
en beneficio de la humanidad: ¡como él!
¡La Misa!
¡Demasiado grande para entenderla!
Su Misa, nuestra Misa
que te impide cualquier actividad,
recuerda la Misa.
En la Misa, Jesús, hoy como entonces,
no trabaja, no predica:
Jesús se sacrificó por amor.
En la vida uno puede hacer tantas cosas,
decir muchas palabras,
pero la voz del dolor,
quizás sorda y desconocida para los demás,
del dolor ofrecido por los demás,
es la palabra más fuerte,
lo que hiere al cielo.
Si sufres,
sumerje tu dolor en el suyo:
di tu misa;
y si el mundo no comprende, no te turbes:
basta que te comprendan Jesús, María, los santos:
vive con ellos y deja correr tu sangre
en beneficio de la humanidad: ¡como él!
¡La Misa!
¡Demasiado grande para entenderla!
Su Misa, nuestra Misa
Chiara Lubich
La Dottrina Spirituale
Mondadori, Milano 2001, pp. 174-175
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