martes, 15 de diciembre de 2009

16 de diciembre - Jóvenes y ancianos

He visto párrocos y cooperadores-vicarios muy diversos de carácter, de formación, de edad... pero de buen espíritu: poco a poco, por la buena voluntad, llegaron a la intimidad, a complementarse en el trabajo pastoral, a un amor y concordia edificantes en la población. Hasta aquí: meditación en común, confesarse recíprocamente, división equitativa de los ingresos por el ministerio, el joven hecho experto gracias al anciano, el anciano sosteniendo las iniciativas del joven. (...)
El sacerdote anciano: ilumina, instruye, muestra confianza, le presenta un ambiente santo, acoge y trata al sacerdote como cooperador; lo asiste amorosamente y lo corrige en modo dignificante; le muestra confianza y tiene la ambición de formar un futuro párroco o quizás a su sucesor; desarrolla en él las buenas dotes, sobre todo lo ama y busca su verdadero bien.
El sacerdote jóven: es humilde, sumiso, habla bien, se ofrece a las obras, se deja guiar, difunde y defiende la persona y la obra pastoral, cumple el bien que puede y se prepara para las obras y para un ministerio futuro más largo.


Santiago Alberione


Don Alberione ai sacerdoti
(La traducción es nuestra)

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