He perdido bastante tiempo en ir tras las vanidades; he perdido toda mi juventud en ocupaciones inútiles, en cuanto me había lanzado a aprender doctrinas propias de una sabiduría que Dios había definido como necedad.
Luego, un día me pareció despertarme de un sueño profundo. Al volver los ojos a la maravillosa luz de la verdad evangélica, comprendí la inutilidad de la sabiduría de los maestros de este mundo, hecha de nada.
Lloré amargamente entonces mi vida miserable e hice una oración: pedía que se me mostrase una vía que me abriese el acceso a la vida interior.
San Basilio
Epístola 223, 2
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