jueves, 11 de febrero de 2010

11 de febrero: Divinizarse en la unidad


El mal del mundo, como el de las almas y de la Iglesia en sus sacerdotes, proviene solo de la falta de unidad, del hecho de que se separan de su centro para lanzarse sobre otros espejismos, (...) porque se alejan de su base esencial, de aquello que debe ser su único centro ¡La unidad!
El florecer que caracteriza a la Iglesia es la unidad: esa unidad desconocida por muchos y por otros poco apreciada, que constituye en cambio el reflejo de la divinidad y que no es sólo uno de los atributos de Dios, sino mucho más: ¡Es la esencia misma de Dios, la unidad!
Por lo tanto, si los sacerdotes quieren ser coherentes con su fin, con su vocación divina, deben divinizarse en la unidad.
Yo sueño con la perfección de esta unidad de los sacerdotes. Unión de obediencia, sí; pero aún más, unión de sentimientos, de almas, de deseos por la gloria de Dios.

Concepción Cabrera de Armida
Sacerdoti di Cristo
Cità Nuova, Roma 2008, p. 469

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