sábado, 24 de octubre de 2009

24 de octubre: solidaridad universal

El llamado de Cristo a abrirse "al otro" (...) tiene un rayo de extensión siempre concreto y siempre universal. Respecta a cada uno porque se refiere a todos. La medida de este abrirse no es solamente -y no tanto- la cercanía al otro, cuanto propiamente sus necesidades: tuve hambre, tuve sed, estuve desnudo, en la cárcel, enfermo... Respondamos a este llamado buscando al hombre que sufre, buscándolo incluso más allá de las fronteras de los estados y los continentes. De este modo se crea - a través del corazón de cada uno de nosotros- aquella dimensión universal de la solidaridad humana. La misión de la Iglesia es custodiar esta dimensión: no limitarse a algunas fronteras, a algunas direcciones políticas, a algunos sistemas. Custodiar la universal solidaridad humana sobre todo con aquellos que sufren; conservarla con respecto a Cristo, quien ha establecido de una vez para siempre esta solidaridad con el hombre. "Porque el amor de Cristo nos empuja al pensamiento de que si uno murió por todos. Y él ha muerto por todos, para que aquellos que viven no vivan ya para sí mismos, sino para Aquel que por ellos murió y resucitó" (2Cor 5,14).

Juan Pablo II Audiencia General, 4 de abril de 1979

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