sábado, 10 de octubre de 2009

10 de octubre - Santificarse para santificar


Juan María Vianney se santificaba para ser más apto para santificar a los demás. Ciertamente, la conversión sigue siendo el secreto de los corazones libres en sus decisiones y el secreto de la gracia de Dios. Mediante su ministerio el sacerdote ilumina a las personas, guiándolas en sus conciencias y dándoles los sacramentos. Estos sacramentos son, en efecto, actos del mismo Cristo, cuya eficacia no disminuye por las imperfecciones o por la indignidad del ministro. Pero el resultado depende también de las disposiciones personales de quien los recibe, y éstas son favorecidas en gran manera por la santidad personal del sacerdote, por su visible testimonio, así como por el misterioso intercambio de méritos en la comunión de los santos. San Pablo decía: «Suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1, 24). Podría decirse que Juan María Vianney quería, en cierto modo, arrancar a Dios las gracias de la conversión no solamente con sus oraciones, sino también con el sacrificio de toda su vida.


Juan Pablo II
Carta la los sacerdotes sobre el Santo cura de Ars
16 de marzo de 1986

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